Se ha hablado de que la internet está divida en tres niveles: Clearnet o web superficial, que la conocemos y usamos todos a diario; la web profunda, o Deep Web, que son sitios a los que se accede con contraseñas o páginas dinámicas, como correos electrónicos, páginas de bancos, suscripciones, entre otros similares; y la Dark Web, una parte más pequeña de la Deep Web no indexada en los buscadores.
Sin embargo, hasta la era de los 2000, nadie había escuchado sobre la Dark Web.
Las razones para crear la Dark Web son interesantes
Se escuchó por primera vez de la Dark Web con el lanzamiento de Freenet, precisamente en el 2000. La Freenet era la tesis de Ian Clarke, quien estudió Inteligencia Artificial e Informática en la Universidad de Edimburgo. Él creó “un sistema de recuperación y almacenamiento de información distribuido y descentralizado” o, sencillamente, utilizar internet sin ser detectado. Al descargar el software de Clarke, que tenía la intención de distribuir de forma gratuita, cualquiera podía chatear en línea, leer o configurar un sitio web, o compartir archivos, con un anonimato casi total.
Aunque fue una invención única, sus profesores no lo percibieron así. Clarke afirma que “le dieron una B. Pensaron que el proyecto era un poco loco… dijeron: ‘No citaste suficientes trabajos anteriores'”. Pero, sin temor, lanzó su software públicamente, siendo una de las maneras más sencillas de adentrarse a las profundidades de la web.
Con esto, surgieron muchos formatos similares. Redes que permitieran las comunicaciones, transferencias de archivos e interacción en línea bajo un perfil anónimo. Así, para el 2002 había crecido un poco más. Sólo era valioso para personas que viven en zonas altamente censuradas, o perseguidos por gobiernos totalitarios. También para los investigadores, como en el caso del US Naval Research Laboratory, quienes expandieron más la utilidad de la Dark Web, posicionando esto con el diseño y lanzamiento de la red Tor, lo que más adelante progresa hasta volverse un proyecto gratuito: The Tor Project, en 2008.
“La red Tor se diseñó con el objeto de abrir unos canales de comunicación seguros para los disidentes que residían en países con gobiernos opresores, así como para los agentes de la inteligencia estadounidense repartidos por el mundo”.
Estas dos redes, Tor y Freenet, son de las más sencillas a nivel técnico para ingresar a Dark Web.
No todo lo que pasa en la Dark Web es ilegal
La “Darknet” es una red en línea como Freenet o Tor, que se oculta a los no usuarios, con todo el potencial de comportamiento transgresor que implica. Gran parte de la “web profunda”, por espeluznante que suene, consiste en datos de investigación y de consumidores sin importancia, estando fuera del alcance de los motores de búsqueda. El “espacio oscuro de direcciones” a menudo se refiere a direcciones de internet que, por razones puramente técnicas, han dejado de funcionar.
Cabe destacar, según información de Avast: “La web oscura puede parecer inmensa, caótica e ilimitada, pero en realidad no es tan grande. Hace poco, unos investigadores de Recorded Future calcularon que existen más de 55.000 dominios de cebolla, pero solo 8400 (aproximadamente, el 15 %) de estos sitios estaban activos. Eso quiere decir que la red total de sitios activos que hay en la web oscura representa tan sólo el 0,005 % del tamaño de la web superficial”.
Así como respondimos ciertos mitos de la Deep Web y Darknet en la Edición 12 de Cyberwar Magazine, las profundidades de la web no son, en sí mismas, ilegales ni turbias. Los usuarios regulares entienden su funcionamiento y buscan las formas de aprovecharse de la mala reputación y de los visitantes. “Pueden proporcionar listados de aquello que un visitante nuevo de esta red suele buscar y después sacar tajada de la disposición del novato a la hora de completar la compra”. Así como, claramente, utilizarlo para fines dañinos.
Dentro de la Dark Web suceden muchos delitos y ciberataques, pero su finalidad de investigaciones o canales privados con fines legítimos sigue siendo una ventaja para muchos.
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